En el puerto del Lago Lacar se encontraron los dos. Todd miraba entre las montañas, veía como se acercaba el ferry que venía desde el “Quila-Quina”
- Ya era hora, llegas tarde, ¿dónde andabas? - dijo Todd.
- Que le interesa - le respondió él.
- ¿La conseguiste?
- Señor Todd le dije que era imposible. Es un ser imposible de persuadir y no se puede pasar por encima.
- ¿Crees que no lo conozco? No sirves para nada.
Mientras salía del puerto iba limpiando la navaja, para luego guardarla nuevamente en su cinturón junto con las otras.
Tenía que hacer el trabajo nuevamente él.
Cuando llegó a la casa tocó a la puerta. La sirvienta, al momento de abrirla, cayó al suelo degollada.
Ya en el comedor lo estaban esperando. Todd se sentó y comenzó a hablar.
- ¿Dónde está?
- ¿Qué cosa? – dijo el viejo desde las sombras de la mesa.
- Sabes bien a que he venido. La cámara, ¡damela!
- ¿Para qué la quieres? ¿Qué uso podría darle?
- Eso es cuestión mía. Damela y punto. – Todd no soportaba que en situaciones límites la otra persona (en especial ésta) se tomara con tanta calma las cosas
- No es un objeto sencillo y seguramente no le darías todos los usos posibles que tiene. Sabes que no es cualquier cámara la que buscas. No puede caer en manos de cualquiera. – dijo el viejo.
Aún Todd no podía verle la cara.
- Sé para que sirve, igualmente no me interesa mucho. No tengo que darte explicaciones. ¿Me la vas a dar o no?
A Todd siempre actuaba como si nada pasara, como si todo fuera parte de la normalidad, hoy no sabía que estaba cambiando, algo raro pasaba.
Se dirigió hacia donde estaba el viejo y comenzó a dar vueltas a su alrededor. Todavía no podía visualizar sus rasgos, estaba a menos de metro y medio del lugar donde se encontraba la silla.
- Esta bien. Haz lo que quieras no interesa lo que digas, sabes que siempre consigo lo que quiero. – dijo Todd.
- Me parece perfecto, un niño con claros objetivos.Mientras que escuchaba al viejo se dirigió hacia la biblioteca. Cuando se dio vuelta para decir algo el flash le nubló la vista y calló tendido al piso. El viejo soltó el botón, veló el rollo y se fue hasta el puerto del lago, donde lo estaban esperando.
- Ya era hora, llegas tarde, ¿dónde andabas? - dijo Todd.
- Que le interesa - le respondió él.
- ¿La conseguiste?
- Señor Todd le dije que era imposible. Es un ser imposible de persuadir y no se puede pasar por encima.
- ¿Crees que no lo conozco? No sirves para nada.
Mientras salía del puerto iba limpiando la navaja, para luego guardarla nuevamente en su cinturón junto con las otras.
Tenía que hacer el trabajo nuevamente él.
Cuando llegó a la casa tocó a la puerta. La sirvienta, al momento de abrirla, cayó al suelo degollada.
Ya en el comedor lo estaban esperando. Todd se sentó y comenzó a hablar.
- ¿Dónde está?
- ¿Qué cosa? – dijo el viejo desde las sombras de la mesa.
- Sabes bien a que he venido. La cámara, ¡damela!
- ¿Para qué la quieres? ¿Qué uso podría darle?
- Eso es cuestión mía. Damela y punto. – Todd no soportaba que en situaciones límites la otra persona (en especial ésta) se tomara con tanta calma las cosas
- No es un objeto sencillo y seguramente no le darías todos los usos posibles que tiene. Sabes que no es cualquier cámara la que buscas. No puede caer en manos de cualquiera. – dijo el viejo.
Aún Todd no podía verle la cara.
- Sé para que sirve, igualmente no me interesa mucho. No tengo que darte explicaciones. ¿Me la vas a dar o no?
A Todd siempre actuaba como si nada pasara, como si todo fuera parte de la normalidad, hoy no sabía que estaba cambiando, algo raro pasaba.
Se dirigió hacia donde estaba el viejo y comenzó a dar vueltas a su alrededor. Todavía no podía visualizar sus rasgos, estaba a menos de metro y medio del lugar donde se encontraba la silla.
- Esta bien. Haz lo que quieras no interesa lo que digas, sabes que siempre consigo lo que quiero. – dijo Todd.
- Me parece perfecto, un niño con claros objetivos.Mientras que escuchaba al viejo se dirigió hacia la biblioteca. Cuando se dio vuelta para decir algo el flash le nubló la vista y calló tendido al piso. El viejo soltó el botón, veló el rollo y se fue hasta el puerto del lago, donde lo estaban esperando.
Juan Pablo Mangieri (antología - 1°Cuatrimestre)
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