viernes, 21 de noviembre de 2008

Universo Plop

Flores, barrio de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, nunca bien destacado por su ambiente nocturno. Desde la avenida Rivadavia y Boyaca hasta unas cinco cuadras después de Rivadavia y Nazca, a lo largo de una de las avenidas más extensas del mundo, se encuentran los diversos y diferentes pub, bar, boliches, locales de juego, etc. donde las personas trabajan o se distraen o se divierten o se entretienen o buscan otro tipo de situaciones, que no les parezca perteneciente a la vida cotidiana, o toman varias de estas categorías o en definitiva son personas que...
En la avenida Rivadavia surgieron muchos cambios, pero entre todos ellos el cambio de Rivadavia y Pergamino. Muchos conocimos el lugar con el nombre de RETRO, un teatro que fue reciclado, ubicado justo en la esquina, donde presenta en sus paredes la arquitectura original, con los colores dorados, con pinturas artísticas, con la tragedia y la comedia. Con dos entradas, una ubicada sobre Rivadavia (por donde entra el público en general) y la otra sobre Pergamino (para los que obtienen la entrada anticipada o entran como personas VIP).
Hace ya casi dos años que esta esquina dejó de ser lo que era y pasó a presentar colas de gente desde las 23.30hs., vestidos con la nueva onda flogger (como le dicen ahora) -remeras grandes multicolor o colores fluorescente, pantalones ajustados de colores llamativos-, o tenemos los comunes (de jean y remeras al talle), o los personajes montados, o también, los casi-desnudos, o los que visten con remeras tipo top de playa y hasta a veces transparentes, con pantalones o calzas cortas (al cuerpo) y con medias red, entre muchas otras formas de vestir.
Fiesta Plop es el nuevo nombre del boliche los viernes a partir de las 23.30 cuando terminan los recitales que funcionan bajo el nombre de El Teatro. A esa hora empieza la fiesta temática de la semana (cada noche es distinta). Hoy le tocó, no se si es un elogio, a Quentin Tarantino con su obra maestra: Kill Bill.
Después de veinte minutos de cola, pasamos por la caja con un grupo de chicos que eran de los que vestían civilmente normal. Me contaron que hoy no sabían de que trataba la noche, que la semana anterior fue “La Noche Colegiala” y ellos se vinieron con los uniformes de los colegios secundarios a los que habían asistido hace cuatro años.
Pasamos por el cacheo de los “patovicas” (“sólo cuesta pasar la primera impresión o el primer día”, me dijeron).
A la izquierda de la entrada está la barra principal que pertenece al boliche (las demás son para alquilar). A la derecha se alza la fila para dejar las pertenencias en el guardarropas (pequeño pero acogedor como los de todos los boliches, exceptuando que en la tabla que parece ser la que cierra ese sector están pegados todos los anuncios de las fiestas y boliches del ambiente).
El lugar, enorme como siempre fue RETRO, tiene la pista principal que es la inmensa platea del teatro, que funcionaba muchísimo tiempo atrás; la pista que se abre y pertenece a la esquina de la cuadra, que parece una caja cerrada con aire (único lugar donde corre aire); a cada costado del salón se abren las dos escaleras que te llevan al superpullman, podríamos decir, donde ya no queda ninguna butaca para apreciar el show que está a punto de comenzar.
Chicas con chicas, chicos con chicos, chicas y chicos y masas juntas por doquier son la composición de la multitud. Bienvenido a la noche de la Fiesta Plop, una fiesta temática, donde concurren famosos y no famosos, donde podés escuchar únicamente tu música de la infancia (fines de los ochenta, principios de los noventas) pasando por Xuxa entre otros hasta algún tema de hoy que en el único lugar que vas a poder escucharlo también son en Los 40 Principales (105.5 FM). Donde el alcohol te sale barato y es lo único importante de la noche para pasarla bien (dicen). Donde los únicos dos palcos que lograron sobrevivir a la reciclación se transformaron en oscuridad y, bueno, eso emplícito de cualquier índole (túnel, reservados, son los nombres más conocidos).
Todos haciendo las corogreafías de las canciones, bailan, toman, fuman. Un lugar donde no importan los códigos, la fidelidad física, a veces sentimental ni el respeto propio.
Entre las cinco y las sies de la mañana, se empiezan a repetir las canciones. Es el comienzo de la partida. Aunque los más “habitué” se quedan hasta las siete cuando es el momento donde los “patovicas” comienza a cerrar por sector hasta que te hechan de la pista principal donde ya no queda nadie exceptuando a los dueños de la fiesta, arriba del escenario, disfrazados del tema de la noche.
Afuera, todos, los que todavía tiene un pequeño grado de lucidez, tratan de conversar qué será del día que comienza o quién lleva a tal a la casa o a dónde se van a desayunar o con quién se fue quien, a dónde, entre otras cosas.
Mientras tanto, gente corre por las veredas y la calle. Se ven botellas de cerveza por el aire y personas en las esquinas trabajando todavía a esas horas. Afuera sigue siendo Flores.

Juan Pablo Mangieri

jueves, 20 de noviembre de 2008

Pruebas

Crónica-Ficcional)

A las 22.00hs. nos juntábamos en la esquina del Mc Donald’s de Carlos Pellegrini y Corrientes.
A las 21hs. salí de casa para tomarme el 99 a la vuelta. Me prendí un pucho a la espera del monstruo de ruedas gigante.
Subí y coloqué la moneda plateada y dorada en la rendija del aparato. El segundo asiento contra la ventanilla estaba vacío. Me senté, saqué del bolsillo de mi chaleco de invierno mis auriculares del celular, comencé a hacer la parabólica para ponérmelos (pasar el derecho por detrás del cuello, colocarlo; colocar ahora el del lado derecho; enganchar la parte del manos libres en el cierre del chaleco; pasar el cable por debajo de la ropa para que no se vea y quede estético; agarrar el “pituto”, que se encaja en el celular; presionar la opción de”walkman”; elegir “artistas”; y por último darle “reproducir” al tema).
Una de las pocas cosas buenas que hace esta nueva tecnología es que al no dejarte escuchar el ambiente, y si uno es un poquito inteligente, puede apreciar el mundo sólo con los ojos y el sentido del tacto. Bueno el sentido del tacto no tanto sentado en una butaca del colectivo.
Bueno volviendo. En eso, suben dos pibes. Uno de ellos se dirigió directamente a uno de los dos asientos vacíos que estaban al otro lado del pasillo, justo enfrente del mío. El otro se quedó en la puerta, esperando su turno para informarle al chofer el destino y abonar la tarifa correspondiente.
Metí la mano en el bolsillo del pantalón y agarré el celular. Tiré hacia fuera, toqué el botón de “OK” para ver la hora – 21.30 – faltaba la mitad del recorrido.
Apoye la cabeza contra la ventana para aprovechar los pocos minutos para dormitar un rato. Me agarré el pelo y tiré, casi me quedo sin la mitad de mi cuero cabelludo, siempre me pasan esas cosas a mi.
Volvió la curiosidad del bondi. El chico ya había sacado boleto y estaba sentado al lado de su amigo, que por lo visto no eran solo amigos ya que iban agarrados de la mano. Me detuve a mirar y observar cómo seguía el camino hasta que me bajara del colectivo.
Delante de los muchachos iban sentados un chico contra la ventana y al lado una adolescente, el chico estaba disfrutando el momento que mi pelo y la ventana no me dejaron disfrutar. La chica estaba escuchando algún tipo de música o radio conectada al celular al igual que iba yo, por mala suerte me perdí la parabólica.
Me fui para delante de golpe, como siempre nadie te avisa cuando va a frenar el bondi y una sale volando y se termina colgando de lo primero que encuentra como acaba de suceder. Un hombre que estaba parado frente al asiento de atrás donde estaban los dos chicos agarrados de la mano (uno mirando por la ventana el otro hacia el abajo), se fue para adelante. Al frenar el colectivo, y por no llevarse puesta a la persona que tenía delante, manoteo el primer asiento que encontró, quedó dado vuelta con la mochila hacia delante (eso en realidad era una parabólica).
Todos en su lugar, el colectivo abrió la puerta, subió gente, sacó el boleto y se dirigieron todos hacia la parte de atrás.
Miré por la ventana para ver donde estaba – Viamonte y Libertad – la próxima me bajaba.
Observé por última vez a los chicos, por pura curiosidad se podría decir. Uno le estaba acariciando la pierna al otro. Me fijé las cara de la gente que tenía alrededor para ver si encontraba alguna expresión. Falló el intento.
Me levanté, toqué el timbre. El colectivo cruzaba la 9 de Julio. Frenó a mitad de cuadra (en Viamonte entre Carlos Pellegrini y Suipacha). Bajé.
Caminé hasta la esquina y fui por Pellegrini. En la calle todavía estaban los vendedores ambulante. Pasé la locura de peatonal Lavalle un sábado a la noche y al llegar a Corrientes, cruzé y fui hasta la esquina del Mc Donald’s.
Me apoyé sobre el enrejado y miré hacia ambos lados a ver si venía.
Ahí estaba. Llegó y le di un beso. Miré alrededor. Nada.

Juan Pablo Mangieri